domingo, 30 de diciembre de 2007


LAS GRANDES FIGURAS DE LA SALSA

MAESTROS DE LA MÚSICA AFROCUBANA: TITO PUENTE Y CELIA CRUZ

Tito Puente
Ernesto Antonio Puente, conocido en los ambientes musicales como Tito Puente, nació en Nueva York en 1923, en el barrio de East Harlem. Su temprana vocación musical le llevó a tocar el piano y la batería siendo todavía un niño y a actuar profesionalmente con tan sólo trece años. Bailarín frustrado, a los dieciséis años se incorporó a la orquesta que el pianista puertorriqueño Noro Morales había fundado en Nueva York en 1935, tocando la batería. Posteriormente formó parte de la banda organizada por el percusionista Machito (Frank Grillo) en 1940, los Afro-Cubanos. Son los años del triunfo absoluto de una música que, mezclando componentes del jazz con la tradición cubana, es muy solicitada en los salones de baile neoyorquinos.
En 1948, tras pasar por diversas formaciones, fundó su propia orquesta, The Picadilly Boys, que pronto cambiaría su nombre por el de The Tito Puente Orchestra. Realizó entonces sus primeras grabaciones, penetrando de lleno en el mundo del mambo y disputándose con el mencionado Machito y Tito Rodríguez el título de "rey" del género en Nueva York. Del mambo al cha-cha-chá, la orquesta de este extraordinario timbalero cultivó una amplia variedad de ritmos tradicionales y modernos, tanto cubanos como de procedencia puertorriqueña, evidenciando así la deuda constante de su música con las raíces latinas. En 1964 compuso "Oye cómo va", tema que no alcanzaría fama hasta 1970, con la versión realizada por Carlos Santana. En 1966 Tito Puente grabó por primera vez con Celia Cruz, iniciando con el disco Cuba y Puerto Rico son una fructífera colaboración que se prolongó hasta 1972. Posteriormente, en los volúmenes I y II de su Homenaje a Benny Moré (1978-1979) y en The Mambo King conmemorando el número 100 (1991), volvería a coincidir con ella -el último de los discos mencionados contó, además, con la participación de Óscar D'León-. Murió en Nueva York en mayo de 2000.

Celia Cruz
Conocida como la Guarachera universal y Reina rumba, la personalidad de Celia Cruz ha dominado el panorama musical latino durante los últimos cincuenta años. Representante de la esencia cubana y figura indiscutible de la salsa, desde el comienzo de su carrera, en los años cincuenta, ha sabido adaptarse en todo momento a los nuevos rumbos de la música, manteniendo su calidad en la década de los noventa.
Realizó sus primeras giras internacionales, con el grupo Las Mulatas de Fuego, a finales de los cuarenta, y en 1950 se incorporó a la formación Sonora Matancera, con la que se trasladó a México en 1962. A mediados de los sesenta inició sus grabaciones con el sello Tico, en aquel momento la principal referencia de la música latina. Colaboró con Tito Puente, penetrando de lleno en el sonido de Nueva York, y grabó en esta etapa la primera versión de uno de los temas más célebres del periodo salsero: "Bemba colorá". Paralelamente, para el mercado mexicano, continuó realizando grabaciones, algunas con Tito Puente. Durante los años setenta Celia Cruz prosiguió su actividad dentro de la compañía discográfica Fania; en 1978 actuaba en el Madison Square Garden neoyorquino, al frente de la orquesta de Willie Colón.
Si algo caracteriza la trayectoria de la Reina rumba es su ductilidad y capacidad de adaptación a todos los géneros. En este sentido, durante los años ochenta y noventa ha trabajado con multitud de artistas y ha grabado con grupos de rock y pop, retornando siempre a las raíces de la salsa, su medio natural.

CHARLIE Y EDDIE PALMIERI: DOS CLÁSICOS DEL PIANO EN LA ERA DEL BOOGALOO
Nacidos en Nueva York -Charlie en 1927 y su hermano en 1936-, en el seno de una familia de origen puertorriqueño, crecieron en el barrio del Bronx. En la década de los cincuenta, Charlie formó parte de la orquesta de Tito Puente, ámbito en el que vivió el triunfo del mambo. En 1959 organizó su propia banda, la Charanga Duboney, que causó auténtico furor. A comienzos de los sesenta colaboró, entre otros, con Israel Cachao, cuyo estilo fue síntesis de la herencia cultural blanca y negra de la música cubana. A mediados de la década reorganizó su conjunto, fundando la New Duboney Orchestra, con la eliminación de flautas y violines y la incorporación de trompetas y tres trombones.
Charlie Palmieri ofreció, con sus improvisaciones, la mejor de las alternativas al género en boga en aquellos momentos, el boogaloo, ritmo latino que contó con un breve pero intenso período de florecimiento, entre 1963 y 1968. El boogaloo fue la música característica del Harlem Latino de Nueva York, El Barrio, realizada por la primera generación de hispanos nacidos y criados en la ciudad estadounidense. En medio de una compleja situación política y social, jalonada por acontecimientos tan significativos como los asesinatos de Malcolm X y Kennedy y la actividad de M. Luther King, y con el trasfondo de la guerra de Vietnam, los jóvenes latinos, mestizos y orgullosos de su origen, luchaban por el reconocimiento de su identidad propia en un ambiente donde las reivindicaciones de la población negra crecían día a día. El sonido propio de esta generación, el boogaloo, ajeno a las mezclas características de las orquestas de jazz, pretendía ir más allá del viejo son, aunque en su modalidad de canción era deudor de la guajira -género cubano semejante a la canción criolla, referido a asuntos campesinos-. El máximo representante de este ritmo con el que los músicos hispanos iban a dejar de ser considerados meros entretenedores de salón adaptados a la moda, fue Joe Cuba; por su parte, Richie Ray, Bobby Cruz y Ray Maldonado formaron una banda que daría forma definitiva al nuevo ritmo. En 1967, a los creadores se unieron los clásicos: la inmensa mayoría de músicos latinos grabaron boogaloo. Algunas de las figuras del género -Cheo Feliciano, entre otros- triunfarían en la década de los setenta, ya inmersos en el "boom" de la salsa. Nombres destacados fueron, asimismo, los de Pete Rodríguez o Héctor Rivera.
Por su parte, Eddie Palmieri renunció a su vocación de percusionista por el piano, si bien ejecutó este instrumento de un modo personal que evidenciaba su amor por los timbales. Gran admirador de Tito Puente y del trombonista de jazz Barry Rodgers, colaboró desde 1963 hasta los años ochenta con el trombonista brasileño José Rodríguez. Eddie Palmieri fue uno de los grandes pianistas de salsa. En su grupo La Perfecta, coincidirían Manny Oquendo y Andy González, baluartes del Grupo Experimental Nuevayorquino.

WILLIE COLÓN
William Anthony Colón (1950) nació en y creció en Nueva York, en el ambiente de pandillas juveniles que en la década de los sesenta recorrían las calles de El Barrio (Spanish Harlem). Comenzó pronto a tocar el clarinete y la trompeta, hasta que formó su primera banda, Los Dandies. Con tan sólo catorce años organizó otro grupo, La Dinámica. Por entonces abandonó la trompeta por el trombón, al tiempo que realizaba sus primeras actuaciones. En 1966, la banda se presentó ante el jefe de la compañía discográfica Fania, quien aprobó el estilo de la formación, recomendando, no obstante, la incorporación de un nuevo cantante. Colón contactó entonces con el puertorriqueño Héctor Pérez, conocido en el mundo musical como Héctor Lavoe, con quien grabaría un total de catorce discos. El grupo, que expresaba a través de la voz de Lavoe, un auténtico sonero, su rebeldía y su inconformismo, practicó un sonido áspero, tan duro como el ambiente del que procedían sus componentes. La banda de Willie Colón caló pronto entre los habitantes del barrio, que se identificaron fácilmente con sus mensajes provocativos, de denuncia de una realidad difícil, al tiempo que despreciaban la moda anglosajona de la psicodelia, apostando por el sustrato común de una música de raíz latina. Desde el punto de vista técnico, los arreglos de los temas se aproximaban hacia lo que poco después se denominaría salsa. A finales de la década, las canciones del grupo seguían hablando de la vida en las calles, reflejando las condiciones en que se desenvolvía la población latina de Nueva York: el inevitable encontronazo con la policía, el mundo de la droga y la delincuencia. Esta tendencia se acentuó en los discos posteriores, con letras que incluían proclamas revolucionarias y portadas irónicas y provocativas.
Entre 1971 y 1973, coincidiendo con el "boom" de la salsa, Willie Colón y Héctor Lavoe fueron lanzados al estrellato por la compañía Fania, convertida ya en una auténtica fábrica de éxitos, gracias al trabajo de los arreglistas, realizado casi en serie. En ese último año finalizó la colaboración entre ambos artistas. A partir de entonces, Willie Colón continuó grabando, pero ya sin Héctor; como al principio de su carrera, se vio obligado a buscar un cantante. Y lo halló en Rubén Blades, con quien trabajó en el disco Metiendo mano (1977). Es el momento del surgimiento de la denominada "salsa consciente". En futuras grabaciones, a comienzos de los ochenta -momento en que graba también con Celia Cruz-, la figura del trombonista quedaría inevitablemente en un segundo plano frente a Blades. A mediados de esta década Willie Colón parecía haber superado un bache creativo, con nuevos trabajos de tono comprometido que hablaban, una vez más, de la vida en El Barrio. En 1990 Willie Colón anunciaba su intención de iniciar una carrera política, pero su deseo de convertirse en la voz de los latinos en las instituciones estadounidenses se vio frustrado, al no resultar elegido como representante al congreso.

RUBÉN BLADES
El panameño Rubén Blades, nacido en 1948, comenzó a cantar a los dieciocho años. En 1968, junto con el grupo Los Magníficos, realizó su primera grabación, y dos años más tarde emprendía su primer viaje a Nueva York. Desde sus comienzos, Blades evidenció una nueva sensibilidad para entender la música bailable. Y este elemento novedoso, fundamental en la renovación expresiva de la salsa, no fue otro que el compromiso expresado en las letras de sus temas. Regresó a Panamá para cursar estudios de derecho y, enseguida, decidió volver a Nueva York. El intento de abrirse camino en los ambientes musicales neoyorquinos resultó duro al principio; finalmente, en 1975, llegó la oportunidad de grabar, interpretando un tema propio en un disco de Willie Colón. Blades se convirtió pronto en una de las estrellas de la compañía Fania, a medida que su prestigio como compositor se iba consolidando poco a poco. Con Rubén Blades penetró en la salsa -caracterizada en el momento de su florecimiento por un tono alegre y frívolo- un claro matiz de implicación social y política. La "salsa consciente" alcanzó uno de sus más claros ejemplos en el álbum Siembra (1978), que contenía el célebre tema "Pedro Navaja", el mayor éxito de la historia del género.
La relación de Blades con la compañía Fania se prolongó hasta comienzos de los ochenta, momento en que el panameño inició su colaboración con el grupo Seis del Solar. Tras firmar con la discográfica Elektra -fue el primer artista latino de la compañía-, incorporó en sus nuevas canciones el sonido de los sintetizadores y eliminó los instrumentos de viento, revolucionando por completo el mundo de la salsa. En 1984 Blades se apartó momentáneamente de la música, para continuar sus estudios de derecho. Graduado en Harvard, regresó a su actividad de siempre con nuevos temas que profundizan en la orientación de denuncia de la situación contemporánea latinoamericana. Hacia finales de la década trabajó junto a Elvis Costello, Lou Reed o Bob Dylan, grabando en inglés, algo que algunos seguidores interpretaron como una especie de traición. Cuando, en 1994, se celebraron elecciones a la presidencia de Panamá, Rubén Blades se presentó como candidato por el movimiento alternativo Papa Egoró (Madre Tierra); alcanzó el tercer puesto en una consulta que supuso el triunfo de Ernesto Pérez Balladares.

EL GRUPO EXPERIMENTAL NUEVAYORQUINO
Esta formación surgió a partir de las reuniones organizadas, desde 1974, en Nueva York por la Universidad Wesleyan, encaminadas a ofrecer una muestra de la música que se estaba realizando en la ciudad. A ellas acudían Andy (trompeta) y Jerry González (percusión), que bautizaron su grupo con el nombre de Anabacoa -un viejo tema interpretado por el sonero Arsenio Rodríguez y, poste riormente, por Tito Puente, en forma de mambo-. Poco después, la formación cambiaba su nombre por el de Grupo Experimental Nuevayorquino y realizaba su primera grabación en 1975. El guaguancó y la guajira convivían con la novedad de un sonido agresivo propiciado por percusión y metales, que dejaba un hueco a los toques santeros. En pleno auge de la salsa, en 1977, el grupo decidió su disolución, aunque mantuvo su espíritu -heredero del estilo de La Perfecta, la banda de Eddie Palmieri- en una nueva formación, el Conjunto Libre, formado por los hermanos González, y a la que perteneció también el percusionista Manny Oquendo, nacido en Brooklyn en 1931. La esencia de estos creadores fue siempre la improvisación. En este sentido, las grabaciones tanto del Grupo Experimental como del Conjunto Libre pueden entenderse como una continuación del trabajo de los hermanos Palmieri.

PUERTO RICO: ISMAEL RIVERA, RAFAEL CORTIJO Y EL GRAN COMBO
El panorama musical puertorriqueño de los años cuarenta se vio extraordinariamente enriquecido con la figura del percusionista Rafael Cortijo (muerto en 1983), organizador del Combo de Cortijo, grupo al que se incorporó el vocalista Ismael Rivera (1931-1987), su amigo de infancia. El éxito de la formación se asentaba en una novedosa forma de tocar la bomba y la plena, acompañadas de instrumentos de viento. La bomba es un género tradicional de baile y canto, de raíces afropuertorriqueñas, asociado con el trabajo en las plantaciones de la isla; por su parte, la plena es una balada que suele acompañarse de guitarra, güiro, maracas y conga. En 1954 Rivera y Cortijo grabaron "El bombón de Elena", su primer gran éxito juntos. A partir de entonces la vinculación del conjunto con la herencia musical cubana se afianzó -Rivera era gran admirador de Benny Moré-. En 1959 el Combo de Cortijo viajó por primera vez a Nueva York y, enseguida, el grupo se hizo con el público del Palladium; se sucedieron las giras y la fama de la banda se extendió por la ciudad estadounidense y por todo el Caribe. La formación acertó de lleno con la integración de los ritmos de la bomba y la plena en el ámbito salsero.
En 1962 Ismael Rivera fue detenido por posesión de drogas en San Juan de Puerto Rico; los integrantes del Combo quedaron sin su cantante, que resultó condenado a cinco años de cárcel. Bajo la dirección del pianista Rafael Ithier se formó entonces el Gran Combo. Ya en libertad, Rivera volvió a cantar con Cortijo. No obstante, las nuevas grabaciones de la etapa central de la década evidenciaron cierta desorientación ante las nuevas formas musicales del momento; ambos intentaron adaptarse al sonido boogaloo, con trabajos en solitario, sin obtener resultados notables. La recuperación de Rivera llegó gracias a la colaboración de dos de los grandes artistas del momento, Charlie Palmieri y Tito Puente, que propiciaron su penetración en el mundo de la salsa, ya en la década de los setenta.
Los antiguos músicos del Combo de Cortijo pasaron a integrar el nuevo grupo de Ithier, el Gran Combo de Puerto Rico, cuyo primer éxito llegaría en 1962; la guaracha titulada "La muerte" anunciaba ya el nuevo rumbo de la música latina hacia lo que poco después se denominó salsa. El grupo nació con vocación de orquesta de baile que interpretaba ritmos diversos -bolero, merengue y, sobre todo, guaracha-, con la intención prioritaria de hacer disfrutar al público. Entre sus cantantes figuró Andy Montáñez, que abandonaría la formación para dirigir el conjunto venezolano ya mencionado, Dimensión Latina, en los años setenta.

CUBA: VAN VAN Y ADALBERTO ÁLVAREZ
A partir de la década de los sesenta comienza a fraguarse el proceso de acercamiento entre la tradición cubana y la música latina producida en Nueva York, Venezuela o Puerto Rico. En este proceso habría de resultar fundamental la aportación del grupo Van Van, formación a la que se unió, en la etapa final de los años setenta, una orquesta que, poco después, pasaría a ocupar un primer plano, Son 14, de Adalberto Álvarez.
El nombre de Van Van se encuentra inseparablemente unido a la figura de Juan Formell (nacido en 1942), compositor, arreglista y contrabajo, además de director de orquesta. En 1968 pasó a formar parte de la Orquesta Revé, fundada en 1955 por Elio Revé (1939), considerado como el padre del changüí, variante del son cubano -una de las más antiguas- característica de la región de Guantánamo. La banda de Revé alcanzó notable celebridad tanto dentro como fuera de Cuba. Gracias a los arreglos y a las innovaciones introducidas por Formell, la Orquesta Revé se fue alejando paulatinamente de su carácter original de charanga, el conjunto surgido a comienzos del siglo XX a partir de la orquesta típica o de viento, especializado en la interpretación de danzones y, desde 1951, del cha-cha-chá. En principio, la instrumentación de la charanga estaba constituida por flautas, violín, piano, contrabajo, timbal o paila criolla -instrumento de percusión, formado por una caja metálica semiesférica- y güiro. Posteriormente se incorporaron la tumbadora, dos violines más y tres cantantes. Formell trabajó a partir del changüí, el cha-cha-chá y otras fórmulas del repertorio musical cubano, sin renunciar a la incorporación de elementos foráneos. En 1969 fundó Van Van, una "charanga moderna", donde combinó el sonido tradicional de estos grupos con la instrumentación eléctrica.
El compositor, arreglista y pianista Adalberto Álvarez (1948) está considerado como uno de los grandes renovadores de la música popular cubana. Álvarez fue autor de boleros, sones y guarachas, un género de canto y baile de origen hispano-africano, surgido en el siglo XIX, que en la presente centuria adquirió su forma actual, con una sección de canto y otra coreada. La visita de Óscar D'León a Cuba, en 1983, supuso el comienzo de una auténtica transformación en la evolución de la música popular cubana. Al año siguiente, Adalberto Álvarez creaba un nuevo conjunto, Adalberto y su Son, refundiendo su agrupación original -Son 14-, en un intento de potenciar un proyecto muy próximo en sus planteamientos al espíritu de la salsa. Álvarez unió a su interés por la vieja tradición sonera -las influencias extraídas de autores como Arsenio Rodríguez, Chapottín o Benny Moré- una formación musical académica. Había dedicado un tiempo a estudiar a fondo el fenómeno de la salsa, de modo que conocía ya la música que se estaba realizando en diversos puntos del Caribe. Admirador del trabajo de intérpretes como Eddie y Charlie Palmieri, Tito Puente o Andy Montáñez, su intención fue crear un son de características actuales, cuya sonoridad estaría más próxima a la de la salsa que a la de los grandes clásicos cubanos. En suma, Adalberto Álvarez consiguió llevar a la práctica el proyecto de hacer salsa en Cuba, sin renunciar a su componente rítmico más esencial: el son. Alcanzó enorme popularidad entre los bailadores de su país, al tiempo que, fuera de Cuba, se convirtió en el más célebre de los representantes de la salsa cubana, prestando su repertorio a destacadas formaciones -las de Óscar D'León, Roberto Roena o Andy Montáñez- y a figuras más recientes, como Juan Luis Guerra.

VENEZUELA: ÓSCAR D'LEÓN
Nacido en Caracas, en 1943, Óscar D'León está considerado como el verdadero punto de unión entre la salsa y su raíz cubana. Tras fundar diversas agrupaciones, entró en contacto con el percusionista José Rodríguez. Fruto de esta relación surgiría el proyecto de fundar una banda de salsa, La Dimensión Latina, que debutó en 1972, a la que se incorporaron los trombonistas José Antonio Rojas y César Monge. Óscar D'León permanecería en el grupo hasta 1976, año en que organizó La Salsa Mayor. Dos años después creó La Crítica, y en 1979 Óscar D'León y su Orquesta. Considerado como uno de los grandes representantes de la salsa en los años ochenta y noventa, en junio de 1993 asistió en Nueva York a la reunión organizada por Ralph Mercado -el antiguo manager de la compañía Fania-, a la que habían sido convocados los grandes del género. En aquel momento grabó junto con Celia Cruz y otras destacadas figuras.

COLOMBIA: JOE ARROYO Y EL VALLENATO
A finales de los sesenta, Richie Ray y Bobby Cruz, herederos del sentimiento afrocubano y máximas figuras del boogaloo, llegaban, procedentes de Nueva York, a Barranquilla, donde se convertirían pronto en auténtica leyenda. Entre sus admiradores se contaba Álvaro José Arroyo, más conocido como Joe Arroyo (1955), sin duda uno de los músicos más importantes de Colombia. Formó parte de la orquesta Fruko y sus Tesos, que favoreció la incorporación de la música nacional al "boom" salsero de los setenta. Nacido en Cartagena, Arroyo actuó en público por vez primera a la edad de ocho años; poco después, además de ser miembro del coro catedralicio, cantaba en los tugurios de su ciudad. Con su prodigiosa voz cultivó temas de salsa ricos en influencias cubanas o plenamente integrados en el sonido salsero neoyorquino. En 1981 formó su propia banda, la orquesta La Verdad, con la que grabaría numerosos temas que sintetizan los diversos componentes de la música caribeña. En los noventa, con creciente proyección internacional, realizó diversos conciertos en Nueva York. Arroyo está considerado como uno de los principales compositores de la salsa contemporánea.
A comienzos de los años noventa tuvo lugar la recuperación del vallenato, un género musical popular, despreciado durante décadas por su origen campesino, que en los años sesenta y setenta se había extendido por toda Colombia gracias a las canciones de Rafael Escalona. El auge del vallenato llegó de la mano de Carlos Vives, un actor y cantante que protagonizó una serie televisiva sobre el mencionado Escalona, interpretando sus temas. La buena acogida del disco recopilatorio de las canciones de la serie hizo pensar en una grabación más ambiciosa, que recogiera vallenatos de otras épocas. Surgió así Clásicos de la provincia (1993), con la participación del acordeonista Egidio Cuadrado. El tema "La gota fría" tuvo un éxito impresionante entre los amantes de la salsa.
La variedad de ritmos folclóricos del ámbito caribeño queda ampliamente representada en las creaciones de Totó La Momposina, otra de las formaciones colombianas de relevancia, que ha recogido plenamente la herencia del son cubano.

LAS ÚLTIMAS ESTRELLAS

Juan Luis Guerra: el merengue

Formado musicalmente en Boston, Juan Luis Guerra (1957) es, sin duda, el más célebre de los músicos dominicanos contemporáneos. Interesado por el jazz y por grupos de rock como los Beatles, Jethro Tull, Pink Floyd o los Rolling Stones, recogió la influencia del pianista Chick Corea y del guitarrista Pat Metheny. No obstante, su música está profundamente enraizada en los estilos populares del Caribe, de Latinoamérica y del ámbito afroamericano. Juan Luis Guerra emprendió la tarea de sacar el merengue fuera del estricto ámbito del baile y la fiesta. Con su grupo 4.40, formado en 1981, alcanzó fama internacional en las décadas de los ochenta y los noventa, por la combinación de dos géneros de música popular de baile caribeña, el merengue y la salsa. Guerra trataba de hacer con el merengue lo que Blades había hecho con la salsa, dando entrada a letras que evidenciaban cierto tono de crítica y compromiso y reflejaban realidades sociales de su tierra y de toda Hispanoamérica.
Su primer álbum, Soplando (1984), muy influido por el grupo Manhattan Transfer, supuso una fusión de merengue y jazz. En trabajos posteriores -Mudanza y acarreo (1985) y Mientras más lo pienso ... Tú (1986)-, retornó a estilos más tradicionales del ámbito dominicano, con la inclusión de formas de merengue y bachata. En 1989 grabó Ojalá que llueva café, que obtuvo gran éxito a nivel mundial; algo semejante ocurriría con Bachata rosa (1990), un despliegue de sensuales sonidos caribeños. En Fogaraté (1994) incorporó componentes del soukous, un estilo de música de baile popular, procedente del Congo, a su compleja mezcla de sonidos.

Lalo Rodríguez y la salsa erótica
El principal representante de la denominada "salsa erótica", modalidad muy extendida a principios de los noventa y caracterizada por el tono picante de sus letras, es, sin duda, Lalo Rodríguez. Nacido en 1958, Rodríguez había realizado sus primeras incursiones en el mundo de la música grabando con el pianista Eddie Palmieri en 1974 y 1975. Estos trabajos le valieron la concesión de dos premios Grammy. A comienzos de los ochenta inicia su carrera en solitario; no obstante, su auténtica proyección llegaría en 1987, tras el lanzamiento del tema "Ven, devórame otra vez", una composición con aire de balada salsera, que triunfó en todo el ámbito caribeño y al otro lado del Atlántico.

Gloria Estefan
La cantante cubana Gloria Estefan (1957), una de las más notables representantes del pop latino, alcanzó con el disco Mi Tierra (1993) la categoría de figura internacional de la salsa. Fue éste un trabajo cuidado, que requirió mucho tiempo de preparación. No se trataba de recopilar viejas canciones, sino de componer una serie de temas nuevos, basados, eso sí, en la tradición cubana, incorporando, además, avances tecnológicos en el ámbito del sonido. Para la grabación se reunieron grandes músicos, entre los que destacó, especialmente, el bajista, pianista y compositor Israel Cachao López. El disco de Estefan, un amplio recorrido a través de los ritmos cubanos tradicionales, contó con una impresionante maquinaria de lanzamiento, que aseguró la venta de miles de copias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

esto es muy interesante y me gusto mucho